100193 Discurso JPII comunidad musulmana europea

English

Discurso a los representantes de la comunidad musulmana europea

Queridos hermanos y amigos musulmanes:

1. Quizá pueda decirse que ningún otro santo de la Iglesia cantó las alabanzas de paz y de fraternidad universal de todos los hijos de Dios como san Francisco de Asís. Nos hemos reunido aquí, en la ciudad donde nació y murió, a fin de implorar la paz para los pueblos de este continente europeo y, especialmente, para los países balcánicos. Deseo agradeceros, distinguidos líderes de la comunidad islámica de Europa, que hayáis aceptado la invitación a participar en esta Jornada de oración. Hemos orado, y es nuestra esperanza más profunda, para que 1993 sea un año de paz en todo el mundo, sin excluir ninguna área en que haya conflictos en curso.

2. A través de los testimonios que escuchamos anoche, hemos caído en la cuenta de lo mucho que está sufriendo la gente en la región de los Balcanes, destrozada por la guerra. El aspecto más trágico de esa guerra, como de toda guerra, es el hecho de que quienes sufren más son, por lo general, los ciudadanos normales -padres, ancianos, mujeres y niños-, gente que desea sencillamente ocuparse de su familia, trabajar, vivir y cumplir sus deberes religiosos en paz. A estas personas, cuyas voces raramente se oyen en los fueros internacionales, es preciso que prestemos en primer lugar nuestra atención.

Somos solidarios con las víctimas de la opresión, del odio y de las atrocidades, con todos aquellos cuyas ciudades han sido quemadas y bombardeadas, con quienes escaparon de sus casas y se refugiaron en diversos lugares, y con cuantos han sido arrestados injustamente y encerrados en los campos de concentración. Tanto el cristianismo como el islam nos inculcan el esfuerzo por perseverar en la búsqueda de la justicia y la paz para ellos y para todas las víctimas del conflicto.

Hemos escuchado también los testimonios sobre la cooperación en favor de los necesitados. ¿Cómo puede uno dejar de reaccionar frente a tantos sufrimientos? Tenemos el deber de brindar ayuda a todos, porque todos los seres humanos han sido creados por Dios y todos son miembros de la misma familia humana.

3. Nos hemos reunido para postrarnos en actitud humilde de súplica ante Dios todopoderoso. A nuestras oraciones hemos añadido el ayuno. ¿No podemos ver en esto un doble signo: el reconocimiento de nuestra propia debilidad y nuestra apertura a la ayuda divina? Nuestras oraciones por la paz incluyen la súplica de que también nosotros seamos fortalecidos para obrar siempre como constructores de paz.

A este respecto la invitación del concilio Vaticano II dirigida a los cristianos y a los musulmanes para que trabajen juntos sigue siendo válida hoy en día: «Defiendan y promuevan unidos la justicia social, los bienes morales, la paz y libertad para todos los hombres» (Nostra aetate, 3). Os aseguro de nuevo que la Iglesia católica desea y está dispuesta a seguir cooperando con los musulmanes en esos distintos campos. Que Dios bendiga las iniciativas ya tomadas en este sentido y fortalezca nuestra voluntad de continuar trabajando juntos.

Vuestra presencia en Asís en esta ocasión reviste un gran significado: proclama que la creencia religiosa auténtica es fuente de comprensión mutua y de armonía, y que sólo la desnaturalización del sentimiento religioso produce discriminación y conflictos. Usar la religión como una excusa para la injusticia y la violencia constituye un abuso terrible, que debe ser condenado por todos los verdaderos creyentes en Dios.

4. Habéis venido desde diversos países de Europa para participar en esta Jornada de oración. Habéis venido porque deseáis la paz y la justicia para todos los pueblos que viven en este continente. Al igual que a los cristianos, os preocupan las formas de racismo y de intolerancia étnica que parecen estar resurgiendo. Se trata de actitudes negativas y, por eso, nosotros, que creemos en Dios y queremos cumplir su voluntad, tenemos que condenarlas enérgicamente siempre y en todo lugar del mundo donde se manifiesten. No puede haber una paz auténtica, a menos que los creyentes se unan para rechazar las políticas de odio y discriminación, y para afirmar el derecho a la libertad religiosa y cultural en todas las sociedades humanas.

Al agradeceros vuestra presencia, aprovecho esta oportunidad para ofreceros mis oraciones y mis mejores deseos a vosotros y a las comunidades islámicas que representáis. Que Dios todopoderoso bendiga nuestros esfuerzos por servir a la causa de la justicia y la paz.


Comments