Patriarchalem Basilicam
Breve apostólico «PATRIARCHALEM BASILICAM» de S.S. Pablo VI
Concede la facultad de abrir el sepulcro de San Francisco, para de examinar y reconocer sus reliquias (17 de enero de 1978)
Los Romanos Pontífices, en todo tiempo, han honrado con singular veneración y han colmado de los especiales favores de su benignidad la Basílica Patriarcal de Asís, a causa del preclaro cuerpo de san Francisco, que en ella descansa. Omitidos otros, da testimonio de sus esmeros la amplia facultad que el Papa Pío VII, nuestro predecesor, concedió, el año 1818, de buscar diligentemente y de sacar a la luz el cuerpo de san Francisco, que había permanecido escondido por tanto tiempo en la misma iglesia. Esto acaeció felizmente por fin el día 12 de diciembre del mismo año, con inmensa alegría de los fieles cristianos.
Llevados a buen término los trabajos y redactados todos los documentos para su constancia histórica, el mismo Sumo Pontífice, mediante las Letras Apostólicas que comienzan con las palabras Assisiensem Basilicam y que fueron fechadas el día 5 de septiembre de 1820, sancionó y declaró que constaba la «identidad» del cuerpo encontrado bajo el altar mayor de la Basílica inferior, y que aquél era verdaderamente el cuerpo de san Francisco de Asís, fundador de la Orden de los Menores. Igualmente, el mismo Sumo Pontífice dispuso con sabia discreción: «Que el venerable cuerpo no se traslade fuera del lugar subterráneo, en que ha permanecido durante casi seis siglos, a otro lugar; igualmente, que no se permite extraer ni llevar de allí ni siquiera la más mínima parte de los sagrados huesos, y, finalmente, que la urna, después que haya sido cerrada y sellada, en ningún tiempo sea abierta sin Nuestro permiso o el del Romano Pontífice entonces existente» (Ibid.).
Hace poco, sin embargo, mientras se celebraban las solemnidades jubilares por cumplirse el 750 aniversario del tránsito de san Francisco, nuestro carísimo hijo Vital Bommarco, Ministro General de la Orden de los Hermanos Menores Conventuales, a cuyos cuidados está confiada la susodicha Basílica de Asís, para atender de un modo más adecuado y seguro a la conservación e incolumidad del glorioso sepulcro, y, al mismo tiempo, poder remover todo cuanto, por el paso del tiempo y por otras causas, hubiera podido afear o aminorar su decoro, nos dirigió unas encarecidas preces, avaladas por la recomendación de nuestro venerable hermano, el Cardenal de la Santa Iglesia Romana, Silvio Oddi, Legado nuestro para la misma Basílica de Asís, a fin de que se concediera la necesaria y oportuna facultad de examinar diligentemente dicho sepulcro, como también la de abrir el sarcófago de piedra y la urna metálica en que se conservan los sagrados despojos, y, en cuanto fuese necesario, la de reconocer las reliquias del Seráfico Padre y la de recomponerlas religiosamente.
Estimamos que ciertamente había que acceder con benevolencia a tales peticiones. Nos pareció procedente, sin embargo, encomendar todo el asunto a una peculiar Comisión Eclesiástica moderadora, cuyo presidente fuese el susodicho Padre Cardenal, y a ella agregarle otro equipo que suele llamarse técnico.
Así, pues, en virtud de estas Letras, concedemos a la antes mencionada Comisión Eclesiástica y al equipo técnico las facultades necesarias y oportunas de abrir el sarcófago y la urna sepulcral de san Francisco de Asís, que contiene sus sagradas reliquias, para su inspección y reconocimiento, y la de realizar debidamente todo cuanto sea necesario o pareciere útil tanto para la conservación más segura de las mismas, como para la custodia más adecuada de la urna sepulcral, cuya situación y disposición esencial deben permanecer absolutamente intactas, prohibiendo que se extraiga ni lo más mínimo de los sagrados huesos.
Finalmente, colocados de nuevo los sagrados restos de modo digno, y adornada, como es justo, la entera caja mortuoria y dispuesta de forma conveniente, ciérrese la urna con cerrojo y asegúrese con los sellos, y la urna sepulcral a su vez enciérrese según la forma primitiva, que después en ningún tiempo se abrirá sin permiso del Romano Pontífice.
De todo cuanto se haya hecho, sea confeccionada por notario una detallada relación, provistos también los ejemplares auténticos, de los cuales entréguese uno a la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, y el otro guárdese en el archivo del Sacro Convento contiguo a la Basílica.
Sin que obste nada en contra, y guardadas las leyes litúrgicas y demás normas que se han de observar en el reconocimiento de las sagradas reliquias.
Dado en Roma, junto a San Pedro, bajo el anillo del Pescador, el día 17 de enero de 1978, decimoquinto de nuestro Pontificado.
Juan Card. Villot
Secretario de Estado
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