Discurso a la OFS de SSJPII
Discurso a la Orden Franciscana Seglar, dado por San Juan Pablo II.
Roma, 27 de septiembre de 1982
El 27 de septiembre de 1982, San Juan Pablo II recibió al Consejo internacional de la Orden Franciscana Seglar, y a los participantes del Congreso internacional de la OFS.
Al encuentro con el Papa asistieron unos diez mil fieles de los cinco continentes, en representación del millón de que integran a la OFS. El Consejo internacional celebró en Roma, del 22 al 29 de septiembre, la asamblea general, que se centró sobre el tema «Los responsables franciscanos seglares, animadores y guías de la fraternidad». A continuación se celebró, también en Roma, un Congreso internacional de la OFS, que terminó el 30 de septiembre y que trató el tema «Francisco, signo de esperanza». Durante nueve días, franciscanos seglares de todo el mundo vivieron en Roma y en Asís una experiencia religiosa y franciscana de gran intensidad; intercambiaron experiencias locales y nacionales; estudiaron los múltiples problemas humanos de nuestro tiempo y trataron de encontrar el modo de llevar por doquier la novedad del mensaje franciscano.
Amados hermanos y hermanas:
1. Os doy mi cordial bienvenida, miembros del Consejo general de la Orden Franciscana Seglar, reunido en asamblea aquí en Roma, y también a vosotros, participantes todos en el Congreso internacional; y por vuestro medio quiero hacer llegar mi saludo a todos los franciscanos seglares, en otro tiempo Terciarios Franciscanos, a los laicos y sacerdotes del mundo entero y a sus consiliarios.
Sé que esta reunión tan deseada por vosotros se propone manifestar vuestro afecto y adhesión a la Sede Apostólica y pedir una palabra de orientación y confirmación, siguiendo vuestra tradición que se remonta a cuando vino el humilde Francisco a Roma a ver al Papa, para comunicarle lo que había comenzado a hacer el Señor por su medio (TC 12).
A lo largo de los siglos -desde Nicolás IV con la bula Supra montem de 1289, hasta Pablo VI, de feliz memoria, que aprobó la nueva regla con el breve Inter spirituales familias-, mis predecesores han acogido constantemente con complacencia estos deseos y os han estimulado y confirmado en vuestro propósito de vida evangélica.
Me alegra poder confirmaros yo también mi estima sincera y hondo afecto en este año tan querido para toda la familia franciscana, en el que recordamos emocionados los 800 años de «vida en la Iglesia» del Pobrecillo de Asís.
Su obra vive todavía; viven sus Órdenes Primera, Segunda y Tercera, ricas en numerosos e insignes santos, que caminaron en pos de Francisco guiados por María, Madre de la Iglesia y de la Orden, y modelo incomparable de toda virtud evangélica.
2. Estáis aquí congregados esperando una palabra alentadora del Papa, sucesor de Pedro.
Pues bien, os exhorto a estudiar, amar y vivir la regla de la Orden franciscana seglar aprobada por mi predecesor Pablo VI para vosotros [cf. el texto de la Regla de la OFS en Sel Fran n. 22 (1979) 11-17]. Es un auténtico tesoro esta regla que tenéis en las manos, sintonizada con el espíritu del Concilio Vaticano II y adecuada a cuanto espera la Iglesia de vosotros.
Amad, estudiad y vivid esta Regla vuestra, porque los valores contenidos en ella son eminentemente evangélicos. Vivid estos valores en la fraternidad y vividlos en el mundo, en el cual estáis comprometidos y enraizados por vuestra misma vocación seglar. Vivid estos valores evangélicos en vuestras familias con la transmisión de la fe a través de la oración, el ejemplo y la educación, y vivid las exigencias evangélicas del amor mutuo, la fidelidad y el respeto de la vida (Regla, 17).
Cristo pobre y crucificado sea para vosotros, como lo fue para Francisco de Asís, «motivación y centro de la vida con Dios y con los hermanos» (Regla, 4).
Ante todo sed testigos del Padre y de su designio de amor para los hombres y «haced de la oración y la contemplación el alma de vuestro ser y actuar» (Regla, 8).
«La Iglesia os necesita para conseguir que el mundo descubra de nuevo la primacía de los valores espirituales» (Discurso a Movimientos de espiritualidad seglar, 18 de abril, 1980; L'Osservatore Romano, Ed. en lengua española, 4 de mayo, 1980, pág. 10).
Vuestra presencia lleve a todas partes un mensaje rico en gozo, alegría y fe profunda, concordia y paz; así seréis anunciadores de Cristo y del reino de Dios con la vida y la palabra.
3. Habéis elegido para tema de vuestro Congreso «Francisco, signo de esperanza». En mi reciente Carta a los Ministros generales de las Órdenes franciscanas, recordaba los fundamentos del gozo, libertad y esperanza de Francisco de Asís; ahondad en estos fundamentos y en los signos del Espíritu en la vida de la Iglesia, y seréis vosotros mismos signo de esperanza en el mundo actual.
Junto a los valores evangélicos e insertos en ellos, aparecen en la misma regla, con caracteres incisivos, los valores humanos en favor de los que vosotros, por ser conciudadanos de la ciudad terrena y cristianos a la vez, asumís tareas temporales y sociales con el intento de ser fermento de las realidades terrenas, en las que por vocación profunda os sentís como en vuestra casa, como en terreno propio y natural. Recordando que existe un sacerdocio real en vosotros por el bautismo, tenéis la certeza de que nadie puede prohibiros la entrada en todas las realidades terrenas, sociales y humanas, por estar llamados precisamente a dar un alma cristiana y humana a todas las cosas. Asumid también la invitación que dirigí a todos los hombres de buena voluntad a reconocer al trabajo humano toda la dignidad que tiene ante Dios, y a que en las graves circunstancias actuales se dé a todo hombre la posibilidad de realizarse a sí mismo y colaborar serenamente en la obra de la creación y en el bien de la sociedad con un trabajo digno del hombre (cf. Juan Pablo II, Laborem exercens, 24).
Actuando así os pondréis al servicio de la promoción global del hombre y os haréis promotores de justicia y portadores de paz, con la conciencia de que todos los caminos de la Iglesia llevan al hombre redimido por Cristo (cf. Juan Pablo II, Redemptor hominis, 14).
Con este hombre hermano vuestro sed humildes y afables usando siempre los medios del diálogo y la reconciliación (cf. Regla, 13 y 19; cf. también la bula Supra montem de Nicolás IV).
Tened siempre ante vosotros el ejemplo de Francisco, hermano de todos y «hombre de frontera», pues por esto él no cesa de ejercer atracción extraordinaria aun entre los alejados (cf. Discurso a los obispos italianos en Asís, 12-III-1982; Sel Fran n. 32, 1982, p. 180ss).
4. Y, en fin, vuestras asociaciones se llaman Fraternidades. Sean, pues, signo visible de la Iglesia que es una comunidad de amor. Sean verdaderas comunidades eclesiales; construid sobre el Evangelio y en comunión viva y efectiva con las Iglesias locales y con la Iglesia universal a través de aquéllas.
Vivid «en plena comunión con el Papa y los obispos, en diálogo abierto de creatividad apostólica» (Regla, 6).
Continuadores, además, del Movimiento de vida evangélica que abrazaron los «poenitentes de Assisio», vivid esta vocación vuestra en el marco secular como «Hermanos y hermanas de la penitencia», con un claro sentido de conversión y renovación constante.
Y ahora, a quienes tienen responsabilidades específicas en la Orden Franciscana Seglar, deseo unión de intentos y de voluntad concreta, para que sean animadores y guías iluminados precediendo a los hermanos en el amor al Evangelio y en la fidelidad a la Iglesia.
Os agradezco cuanto habéis hecho hasta ahora en favor de esta Fraternidad y doy las gracias con vosotros a los padres Ministros generales y padres asistentes, que son vuestros maestros y guías.
A todos imparto con sumo gozo una bendición apostólica especial que extiendo también a vuestras familias, parientes y amigos.
Comments
Post a Comment