San Buenaventura en el II Concilio de Lyon
"San Buenaventura recibe a los enviados del emperador bizantino en el II Concilio de Lyon" por Zurbarán, 1640-1650, óleo sobre lienzo, Museo del Louvre, París
San Buenaventura fue un hombre sabio y santo que dedicó su vida a compartir el amor de Cristo a través de la sabiduría mística y cristiana. Sus contribuciones a la Iglesia Católica, desde sus escritos, enseñanzas, la restauración de la Orden Franciscana y la organización del Concilio de Lyon, tienen un impacto inconmensurable, y es recordado como una de las mentes más brillantes de su tiempo.
El Papa Gregorio lo consagró en noviembre de 1273 en la ciudad francesa de Lyon, y su mandato como ministro general de la Orden Franciscana finalizó en mayo de 1274. Su primera gran tarea como Cardenal Obispo fue ayudar a preparar el Segundo Concilio Ecuménico de Lyon, un importante evento eclesial destinado a unir las divisiones entre las Iglesias latina y griega en ese momento.
Buenaventura trabajó arduamente para preparar el concilio y fue una figura destacada en la reforma de la iglesia, pero, lamentablemente, no vería su finalización. Buenaventura murió repentinamente el 15 de julio de 1274, mientras el concilio aún estaba en sesión. Hubo rumores de circunstancias misteriosas con respecto a su muerte, incluido el rumor de que había sido envenenado, pero ninguna evidencia llegó a buen término. Su muerte fue recibida con gran tristeza por todos en el concilio, y fue enterrado el mismo día en una iglesia franciscana.
Sus contribuciones a la iglesia y su profunda santidad le valieron la canonización de un santo el 14 de abril de 1482 por el Papa Sixto IV, y fue declarado Doctor de la Iglesia en 1588 por el Papa Sixto V. A menudo se lo conoce como el "Seráfico". Doctor” de la Iglesia, con seráfico refiriéndose a la más alta orden de ángeles en el cielo.
San Buenaventura podría haber sido fácilmente recordado solo por su inmenso intelecto compartido en sus enseñanzas y escritos. En cambio, este hombre sabio y santo optó por reforzar esa capacidad intelectual, si bien buena y válida, es inferior a la dirección y los afectos del corazón. Una de sus citas más famosas es: “Si aprendes todo menos a Cristo, no aprendes nada. Si no aprendes nada excepto a Cristo, lo aprendes todo”.
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