Laudes Santa Maria de los Angeles


INVOCACIÓN INICIAL

Señor abre mis labios †
Y mi boca proclamará tu alabanza
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INVITATORIO

Ant. Adoremos a Cristo, esposo de la  Iglesia, al celebrar la fiesta de santa María, Reina de los Ángeles

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.

Adoremos a Cristo, esposo de la  Iglesia, al celebrar la fiesta de santa María, Reina de los Ángeles

Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.

Adoremos a Cristo, esposo de la  Iglesia, al celebrar la fiesta de santa María, Reina de los Ángeles


Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.

Adoremos a Cristo, esposo de la  Iglesia, al celebrar la fiesta de santa María, Reina de los Ángeles

Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Mása en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba, y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Adoremos a Cristo, esposo de la  Iglesia, al celebrar la fiesta de santa María, Reina de los Ángeles

Durante cuarenta años aquella generación me repurgnó, y dije: "Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino; por eso he jurado en mi cólera que no entrarán en mi descanso."»
 
Adoremos a Cristo, esposo de la  Iglesia, al celebrar la fiesta de santa María, Reina de los Ángeles

Gloria al Padre, y al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Adoremos a Cristo, esposo de la  Iglesia, al celebrar la fiesta de santa María, Reina de los Ángeles.

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HIMNO

Cuando el joven Francisco ha dejado
algazaras mundanas y fiestas,
una voz desde el cielo le dice:
«Ve, Francisco repara mi Iglesia.»

 Y allá va mansamente Francisco
derramando humildad y pobreza,
y pidiendo por calles y plazas:
«¿Quién me da de limosna una piedra?»

Y se mete a albañil con denuedo,
reparando tabiques y grietas,
y levanta la pobre iglesita
que será su tesoro en la tierra.

Y a sus hijos les dice tajante:
«Si os echaren un día de ella,
entraréis por aquella ventana
si no os dejan entrar por la puerta.»

 ¡Capillita de Santa María,
relicario de Santa pobreza!
En ti quiere morar San Francisco
cuando ve que la muerte se acerca.

Y son mudos testigos sus piedras
de la dulce plegaria postrera,
que cantando con suaves acentos
elevara Francisco en la tierra.

Demos gloria al Padre y al Hijo
como el dulce Francisco les diera,
y al Espíritu, gracia divina,
que morando en las almas se queda. Amén.
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Ant. 1: Bendita entre las mujeres y bendita en la morada del Señor.

Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi
alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia
de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale
más que la vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré, y alzaré las manos invocándote. 
Te saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; 
mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.

Ant. 1: Bendita entre las mujeres y bendita en la morada del Señor.
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Ant. 2. Alégrese vuestra alma por su misericordia y no os avergoncéis de alabarla.

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor; santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo, ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

Ant. 2. Alégrese vuestra alma por su misericordia y no os avergoncéis de alabarla
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Ant. 3. Yo amo a los que me aman, y los que madrugan por mí me encuentran.

Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles; que se alegre Israel por su Creador, los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas, cantadle con tambores y cítaras; porque el Señor ama a su pueblo y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria y canten jubilosos en filas: con vítores a Dios en la boca y espadas de dos filos en las manos: Para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones, sujetando a los reyes con argollas, a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Ant. 3. Yo amo a los que me aman, y los que madrugan por mí me encuentran.
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LECTURA BREVE

En mi está toda gracia del camino y de la verdad; en mi está toda esperanza de vida y de virtud. Venid a mí los que me amáis, y saciaos de mis frutos; mi nombre es más dulce que la miel, y mi herencia, mejor que los panales.
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RESPONSORIO BREVE

R. Yo, como vid lozana, retoñé.
V. Yo, como vid lozana, retoñé.

R. Mis flores y frutos son bellos y abundantes. 
V. Retoñé.

R. Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
V. Yo, como vid lozana, retoñé.
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BENEDICTUS

Antífona: Bendito el Señor, porque hoy ha engrandecido tanto tu nombre, que siempre estará en boca de cuantos tengan memoria del poder de Dios. 

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David, su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Antífona: Bendito el Señor, porque hoy ha engrandecido tanto tu nombre, que siempre estará en boca de cuantos tengan memoria del poder de Dios.
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PRECES

Elevemos nuestras súplicas al Salvador, que quiso nacer de María Virgen, y digámosle:
Que tu Madre, Señor, interceda por nosotros

Salvador del mundo, que, con la eficacia de tu redención, preservaste a tu Madre de toda mancha de pecado, 
- líbranos a nosotros de toda culpa.

Redentor nuestro, que hiciste de la Virgen María tabernáculo purísimo de tu presencia y sagrario del Espíritu Santo, 
- haz también de nosotros templos de tu Espíritu.

Verbo eterno del Padre, que enseñaste a María a escoger la mejor parte,
- ayúdanos a imitarla y a buscar el alimento que perdura hasta la vida eterna.

Rey de reyes, que elevaste contigo al cielo en cuerpo y alma a tu madre,
- haz que aspiremos siempre a los bienes del cielo.

Señor del cielo y de la tierra, que has colocado a tu derecha a María reina,
- danos un día el gozo de tener parte en la gloria.

Se pueden añadir intenciones libres.
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Dirijámonos al Padre, con las palabras que su hijo, Nuestro Señor Jesucristo, nos enseñó:

PADRE NUESTRO
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ORACIÓN

Concédenos, Señor, Dios de clemencia, por intercesión de la Virgen, Reina de los ángeles, cuya gloriosa fiesta celebramos hoy, que participemos como ella de la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo. 

Que el Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
- Amen

Que los fieles difuntos por la misericordia de Dios descansen en paz
- Así sea

Bendigamos al Señor
- Demos gracias a Dios

Santa María de los Ángeles
- Ruega por nosotros.

Paz y bien

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