Sueno Papa Inocencio III
Escenas de la vida de San Francisco (escena 5), de Benozzo Gozzoli
Francisco llevó esta vida alegre y despreocupada cuando las primeras revelaciones divinas comenzaron a llamarlo a algo más elevado. Un día, orando en la iglesia de San Damián, escuchó al Crucificado pedirle que restaurara su casa en ruinas. Tomando las palabras literalmente, se comprometió a renovar no sólo este templo, sino también otros dos. El Divino Redentor le dijo entonces que no restaurara los edificios de la iglesia, sino la Iglesia misma como institución.
Y le mostró cómo hacerlo: “Si quieres conocer mi voluntad, debes despreciar todas las cosas que hasta ahora has amado y deseado materialmente. Cuando hayas hecho esto, todo lo que te resulta insoportable te resultará agradable, y todo lo que deseas se volverá insoportable».
Fue entonces cuando intervino Pedro Bernardone, pues su hijo dio todo lo que tenía en limosna, comenzando a llevar una vida considerada sin sentido por el mundo. En aquel momento se produjo el conocido episodio en el que el padre apeló al obispo para que pusiera fin a las “extravagancias” de su hijo, que se apresuraba a quitarse incluso la ropa que llevaba puesta para enmendar la avaricia de su padre. Después de eso, Francisco se entregó por completo a lo que llamó la Señora Pobreza, siguiendo al pie de la letra los consejos del Evangelio.
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