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Desde la Edad Media, los monasterios de toda Europa, incluidos los de las órdenes franciscana y benedictina, elaboraban cerveza como parte de la vida monástica diaria. Se conocía como "pan líquido", que nutría a los frailes durante los ayunos y servía como ofrenda de hospitalidad para viajeros y pobres. La elaboración de cerveza no era solo un oficio, sino un acto de caridad y comunidad, que reflejaba la autosuficiencia de los monjes y su preocupación por los demás. En muchas regiones, las cervecerías monásticas sentaron las bases de las tradiciones cerveceras modernas que perduran hasta nuestros días.
Eduard Theodor Ritter (1847-1926) fue un pintor alemán célebre por sus cálidas y humorísticas representaciones de la vida monástica. En su obra, Ritter retrató con frecuencia a frailes y monjes en momentos de sencillez cotidiana: elaborando, degustando y compartiendo bebidas, disfrutando de la camaradería y reflejando las serenas alegrías de la vida en comunidad. Lejos de ser burlones, sus pinturas revelan una perspectiva afectuosa y profundamente humana de la vida religiosa, resaltando tanto la devoción como los pequeños placeres que la sustentan.
A través de esta obra, Ritter no solo inmortaliza el arte cervecero, sino que también resalta el espíritu franciscano de fraternidad y alegría. Los frailes son representados plenamente humanos, comprometidos con el trabajo, el estudio y la camaradería, recordándonos que la devoción a menudo va de la mano con los placeres sencillos.
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