San Carlos Borromeo Obispo Terciario Franciscano

 

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Carlos Borromeo desarrolló una enorme actividad para reformar la Iglesia desde dentro, luchar contra el protestantismo y difundir el catecismo, en especial, entre los más chicos. Por eso, ese el santo patrono de los catequistas.

Miembro de una familia muy rica e influyente, renunció a sus posesiones y siempre estuvo a disposición de los fieles de su diócesis, porque, como dijo el Papa Francisco en 2016, “deseaba que los pastores fueran siervos de Dios y padres del pueblo, en especial, de los pobres”.

Hijo de Gilberto Borromeo y de Margarita de Médici, nació en el castillo de Arona, junto al lago Maggiore, el 2 de octubre de 1538. A los 12 años, su tío, Julio César Borromeo le cedió la abadía benedictina de San Gracián y San Felino, en Arona. Entonces, el pequeño Carlos le avisó a su padre que las rentas de la abadía no debían ser aplicadas a gastos seculares.

Pese a las dificultades que le adjudicaban sus profesores, progresó en sus estudios en Milán y en la Universidad de Pavía. A los 22 años obtuvo el grado de doctor en leyes civiles y eclesiásticas. Para entonces había perdido a su padre y a su madre, y tuvo que volver a Milán. Allí, en 1559, supo que su tío, el cardenal de Médici, había sido elegido Papa y adoptado el nombre de Pío IV.

El nuevo Papa tuvo a Carlos como su sobrino favorito. Lo creó cardenal diácono a los 22 años y lo nombró administrador del obispado de Milán, pero lo retuvo en Roma para confiarle otros cargos. De hecho, se convirtió en el secretario de Estado de Pío IV.

Gracias a su enorme capacidad laboral, cumplió con todo lo encomendado y, además, fundó en el Vaticano una academia literaria compuesta de clérigos y laicos, algunas de cuyas conferencias y trabajos fueron publicados bajo el título de Noctes Vaticanae.

Muchos pensaron que iba a abandonar sus tareas religiosas, pero Carlos hizo todo lo contrario. Renunció a sus derechos en favor de su tío Julio y, en 1563, en Santa María Maggiore, recibió los hábitos de sacerdote. Poco después, en la Capilla Sixtina, fue consagrado arzobispo de Milán.

La sede de Milán necesitaba de un obispo y en 1565, el Papa autorizó a Carlos a hacerse cargo de ella. De regreso en la ciudad, implementó la observancia de lo decretado en el Concilio de Trento sobre la disciplina y formación del clero, la celebración de los oficios y la enseñanza del catecismo.

Estuvo un tiempo en Roma, para darle el último adiós a Pío IV. Entonces, el nuevo pontífice, Pío V, le pidió que continuara como funcionario del Vaticano, pero Carlos le pidió que lo dejara volver a Milán y el Papa aceptó. De esta manera, a partir de 1556, siguió trabajando en la reforma de una diócesis, que había caído en el abandono en una época de crisis para la Iglesia afectada por el avance del protestantismo.

Para fortalecer a la Iglesia, Carlos creó la Cofradía de la Doctrina Cristiana, que contó con 740 escuelas, 3.000 catequistas y 40.000 alumnos. En 1578, fundó una congregación de sacerdotes seculares, los Oblatos de San Ambrosio (actual Oblatos de San Ambrosio y de San Carlos).

En sus viajes a los valles alpinos, donde imperaba la corrupción del clero, predicó y reemplazó a los sacerdotes indignos por otros capaces de resistir al protestantismo.

Estos esfuerzos le granjearon la oposición de los Humiliati (“humillados”), una orden que, en apariencia, había aceptado sus órdenes. Sin embargo, uno de sus sacerdotes, en 1569, llegó a dispararle casi a quemarropa. El arzobispo de Milán resultó ileso, de milagro. Uno de sus milagros más conocidos fue curar al duque Carlos de Saboya, quien agonizaba en Vercelli. En cuanto ingresó a su habitación, el duque exclamó: “¡Estoy curado!”.

Pero hacia 1584, el propio Carlos Borromeo comenzó a padecer serios problemas de salud. Después de realizar su retiro anual en Monte Varallo, volvió a Milán el Día de los Fieles Difuntos. Murió el 4 de noviembre de ese año. El papa Paulo V lo declaró santo en 1610.

Nació en Arona (Lombardía, Italia) el año 1538, en el seno de una familia noble y piadosa. Abrazó la vida eclesiástica de jovencito y, terminados los estudios en Pavía, su tío materno, el papa Pío IV, lo llamó a Roma y lo creó cardenal, haciéndolo Secretario de Estado. En la medida que le fue posible impulsó la culminación del Concilio de Trento y la puesta en práctica de sus decretos. Elegido arzobispo de Milán en 1565, fue un verdadero pastor de almas. Realizó una gran obra legislativa, organizativa, pastoral, litúrgica y devocional. Recorrió muchas veces la diócesis entera, convocó sínodos, decretó muchas disposiciones orientadas a la formación del clero y a la reforma de costumbres, para actuar así las ordenaciones pastorales del Concilio de Trento. Fundó seminarios y edificó hospitales y hospicios. Utilizó las riquezas de su familia en favor de los pobres. Murió en Milán el 3 de noviembre de 1584.

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