De Crayer Crucifixion con San Francisco

 

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Pintor y dibujante flamenco. Pese a nacer en Amberes, su trayectoria está ligada a la ciudad de Bruselas, donde alcanzó el grado de maestro del Gremio de Pintores de Bruselas el 3 de noviembre de 1607. Desde los inicios de su carrera trabajó como pintor de la corte. Además de los encargos de los archiduques Alberto e Isabel Clara Eugenia, del cardenal-infante don Fernando y finalmente de Leopoldo Guillermo, realizó numerosas obras religiosas, siendo uno de los mejores exponentes del arte de la Contrarreforma en Flandes. 

Sus primeras pinturas, hasta 1618, demuestran la atracción hacia la estética tardía de autores como Martin de Vos o Hendrick de Clerck, como se observa en su Martirio de san Juan Bautista (Musées Royaux des Beaux-Arts de Belgique, Bruselas). A partir de 1619 tiende hacia composiciones equilibradas, cargadas de armonía, donde las figuras monumentales y su carga emocional hacen que sus obras alcancen notable expresividad y tensión dramática, como se percibe en Alejandro y Diógenes (Wallraf-­Richartz Museum, Colonia). En ellas se muestra el influjo de la tendencia más clasicista de Rubens de este mismo periodo, e incluso en algunas de sus pinturas incorpora préstamos que solo se explican por una posible estancia en el taller del maestro. 

A partir de 1631 un nuevo cambio le aproxima a Van Dyck, que se manifiesta en el alargamiento de las figuras y en la adopción de motivos y repetición de esquemas de la obra de éste, apreciable en La elevación de la cruz (Musée des Beaux-Arts de Rennes). Esta relación con Van Dyck será creciente en los años posteriores, especialmente en sus retratos. Las composiciones religiosas de Crayer evolucionan hacia una apariencia blanda y emocional, donde la utilización de colores más claros, se pone en relación con el venecianismo que caracterizó la obra tardía de Rubens y Van Dyck. 

Sus últimas pinturas demuestran un interés por los ricos escenarios con la incorporación de grandiosas arquitecturas que puebla de numerosas figuras, en las que refuerza el aspecto dramático y la emotividad de los mensajes. La dirección de su gran taller le permitió abordar numerosos encargos de retablos para corporaciones religiosas, trabajando siempre al servicio del dogma contrarreformista. 

Como pintor de retratos, sus obras son paradigmáticas del género en la pintura de corte. A partir de 1630 trabajó para numerosos nobles del entorno de los Habsburgo españoles, realizando retratos ecuestres del Conde-duque de Olivares (Boston College, Boston) y el Marqués de Leganés (Kunsthistorisches Museum, Viena), muy cercanos a composiciones ecuestres de Rubens; sin embargo, en otros, como Felipe IV con enano (Palacio de Viana, Madrid), demuestra su cercanía a Van Dyck en el dominio de los matices y la suavidad que caracterizan al maestro. 

Durante los años del gobierno del cardenal-infante don Fernando colabora activamente en la corte, primero en las decoraciones efímeras realizadas en Amberes con motivo de la entrada del nuevo gobernador y posteriormente realiza numerosos encargos, como ilustran los retratos que de su mano se conservan en el Museo del Prado. El último periodo de su vida fue pintor en la ciudad de Gante, donde realizó fundamentalmente encargos religiosos.

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