Discurso JPII CIOFS 1986


 Discurso de SS Juan Pablo II al Consejo Internacional de la Orden Franciscana Seglar

Roma, 19 de junio de 1986

 El 19 de junio de 1986, el papa Juan Pablo II recibió en audiencia privada a los miembros de la Presidencia del Consejo Internacional de la OFS, presididos por la Ministra general, Manuela Mattioli. Ésta, en el saludo dirigido al Papa, le expresó el empeño de la OFS en la preparación, con la oración y otras iniciativas, a la Jornada Mundial de Oración por la Paz (Asís, 27-X-86) y al próximo Sínodo sobre los laicos. El Santo Padre le respondió con el discurso que, traducido del italiano al castellano, tomamos de L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, del 23-XI-86.

Carísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra encontrarme hoy con vosotros, miembros de la Presidencia del Consejo Internacional de la Orden Franciscana Seglar, reunidos en Roma para estudiar a fondo el esquema de las nuevas Constituciones, sobre la base de las sugerencias de las comisiones especiales y de las fraternidades diseminadas por el mundo.

Estos días de reflexión y oración tienen para vosotros una especial importancia, en cuanto que el estudio del proyecto de las constituciones halla su punto fundamental de referencia en la Regla, que fue aprobada y confirmada por mi predecesor Pablo VI mediante la Carta Apostólica Seraphicus Patriarca del 24 de junio de 1978 (cf. el texto en Sel Fran n. 22, 1979, 7-8), pocos meses antes de su piadosa muerte. Él decía que se alegraba de que todavía hoy el carisma franciscano creciese pujante para bien de la Iglesia y de la sociedad humana, a pesar de la proliferación de doctrinas acomodaticias y la aparición de tendencias que alejan a los hombres de Dios y de las realidades sobrenaturales (cf. ibid., p. 7).

A esto se añade que el próximo Sínodo de los Obispos estará dedicado al tema de la vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo. Esta es una ocasión privilegiada para que los Franciscanos Seglares colaboren con su oración, con su experiencia, con sus ideas y con su testimonio cristiano especialmente comprometido. Efectivamente, desde hace más de siete siglos y medio, estáis presentes en la Iglesia, con el propósito de amarla y de servirla, refiriéndoos continuamente al carisma originario, o sea, a las enseñanzas y a la vida de san Francisco de Asís.

El antiguo biógrafo del Pobrecillo alude claramente a la fundación de la llamada «Tercera Orden» cuando, hablando de san Francisco, escribe: «Con sólo que se proclame su forma de vida, su regla y doctrina, contribuye a que la Iglesia de Cristo se renueve en los fieles de uno y otro sexo y triunfe la triple milicia de los que se han de salvar. A todos daba una norma de vida y señalaba con acierto el camino de salvación según el estado de cada uno» (1 Cel 37).


Las «Florecillas» nos dan noticias de un noble caballero, «devotísimo de san Francisco», llamado messer Landolfo, que recibió de sus manos «el hábito de la Tercera Orden» (cf. Ll 5; Ed. BAC, 1978, p. 929).


2. En el ámbito de la gran familia franciscana, la Orden Seglar se configura como una unión orgánica de fieles que, «impulsados por el Espíritu a alcanzar la perfección de la caridad en su estado seglar, se comprometen con la profesión a vivir el Evangelio a la manera de san Francisco» (Regla OFS, 2; cf. Sel Fran n. 22, 1979, p. 13).


Elemento fundamental de vuestro carisma es la plena y completa observancia del Evangelio de Cristo: esto lleva consigo una continua y asidua meditación sobre la figura, la persona, la obra y el mensaje de Jesús, que es el centro de nuestra fe. En esto, san Francisco es uno de los guías más fascinantes de la historia de la espiritualidad cristiana: él quiso conocer y vivir el Evangelio «sin glosa», o sea, a la letra, poniendo en práctica las exigencias más radicales del mismo, de tal forma que fue favorecido por Cristo crucificado con el fenómeno místico de la «estigmatización». A las muchedumbres de fieles de comienzos del siglo XIII, Francisco apareció como un auténtico «alter Christus».

Y Francisco recomienda a sus hijos e hijas espirituales que viven en el mundo: que sepan siempre buscar la persona viva y operante de Cristo en los hermanos, en la Sagrada Escritura, en la Iglesia y en las acciones litúrgicas (Regla OFS, 5; p. 13); que hagan de la oración y de la contemplación el alma de su ser y de su obrar, a imitación de Jesús que fue el verdadero adorador del Padre (Regla OFS, 8; p. 14); que vivan en plena comunión con el papa, los obispos y los sacerdotes (Regla OFS, 6; p. 13); que realicen en la vida de cada día el espíritu de las «bienaventuranzas» buscando en el desapego y en el uso una justa relación con los bienes terrenos, purificando el corazón de toda tendencia y codicia de posesión (Regla OFS, 11; p. 14); que ejerciten continuamente una radical transformación interior, o sea, la «conversión», que encuentra en el sacramento de la reconciliación el signo privilegiado de la misericordia del Padre y la fuente de toda gracia (Regla OFS, 7; p. 14); que sepan tratar y acoger a todos los hombres como don del Señor e imagen de Cristo, y que busquen los caminos de la paz, de la unidad, del amor y del perdón (Regla OFS, 13. 19; pp. 15. 16). En este espíritu, todas las fraternidades franciscanas seglares están desde hace tiempo en oración por el buen éxito de la «Jornada de la Paz» que he convocado para el 27 del próximo octubre en Asís. Esto indica cómo los miembros de la Orden Franciscana Seglar se sienten, por vocación, portadores de paz y mensajeros de alegría.

3. A vosotros, que tenéis en la Orden una delicada y grande responsabilidad, os deseo una intensa comunión recíproca para ser guías iluminados y animadores entusiastas, dando a vuestros hermanos y hermanas un claro ejemplo de profundo amor al Evangelio, de fe ardiente en Cristo, de serena confianza y de fidelidad a la Iglesia. Y a todos los miembros de la Orden les renuevo la invitación que dirigí hace algunos años a los participantes en vuestra Asamblea Internacional: «Amad, estudiad y vivid esta Regla vuestra, porque los valores contenidos en ella son eminentemente evangélicos. Vivid estos valores en la fraternidad y vividlos en el mundo, en el cual estáis comprometidos y enraizados por vuestra misma vocación seglar. Vivid estos valores evangélicos en vuestras familias con la transmisión de la fe a través de la oración, el ejemplo y la educación, y vivid las exigencias evangélicas del amor mutuo, de la fidelidad y del respeto a la vida» (Discurso del 27-IX-82; cf. >Sel Fran n. 33, 1982, 368-369).

Con estos votos os imparto de corazón la bendición apostólica.

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