20111974 Pablo VI al Consejo Plenario OFM

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Saludo de Pablo VI a los miembros del Consejo plenario de la OFM, en la audiencia general del miércoles 20 de noviembre de 1974

He aquí una representación importante y numerosa de la familia franciscana de los Hermanos Menores.

¡Hijos carísimos! ¡Sed bienvenidos!

Nos estamos en condiciones y tal vez en el deber de hacer vuestra apología y señalar como ejemplo de la Iglesia y del mundo vuestra historia, vuestro testimonio, vuestro servicio por la causa de la fe y de la glorificación de la Pobreza, entendida como libertad del peso y del vínculo que la riqueza económica impone a quien la busca y la posee por sí misma, y entendida como afectuoso y práctico interés por los pobres, los sufrientes, los hambrientos que son todavía en el mundo una inmensa legión y esperan un auxilio fraterno y eficaz para ser liberados de sus necesidades y elevados a la condición de hombres libres y civilizados.

Pero otro pensamiento ocupa ahora nuestro espíritu con respecto a vosotros, ¡oh herederos de san Francisco! ¡Nos tenemos necesidad de vosotros!, ¡de vuestra espiritualidad, de vuestra humildad, de vuestra obediencia!, es decir, de vuestra disposición para vivir y dar testimonio del Evangelio, ¡con el estilo genuino y paradójico propio de san Francisco! Este servicio de la Iglesia de Dios es ciertamente un sacrificio grande largamente vivido, lo sabemos; pero de esto tiene necesidad la Iglesia; esto Nos lo pedimos a vuestra fiel y genuina profesión franciscana.

Uno de vuestros hermanos, revestido de la dignidad y de la misión episcopal en una tierra hostil, y forzado a amargas renuncias y contestables privaciones de todo lo que era de su Iglesia, me decía cándidamente, y maravillosamente: «¡Un franciscano no puede lamentarse. No tiene derecho alguno; sólo tiene deberes y sacrificios que debe cumplir amorosamente!». Sí, precisamente como Jesucristo. Pues bien, esto es lo que debemos pediros aún a vosotros, por la confianza que tenemos en vuestra vocación y por el afecto que también tenemos por san Francisco. ¡Vosotros no defraudaréis nuestras esperanzas!

¡Con nuestra Bendición Apostólica!

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