Evangelio Vivo



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San Francisco de Asís fue ante todo un hombre del Evangelio. Totalmente dedicado al mensaje del Evangelio, Francisco fundó una orden dedicada a vivir una vida de pobreza y a predicar el mensaje de salvación. Lo hizo en medio de un mundo obsesionado con la riqueza y la prosperidad material.

La fidelidad de Francisco a Cristo y al Evangelio trajo consigo una gran reforma en la Iglesia y recordó a los cristianos que su tesoro reside en el cielo, no en el mundo material. San Francisco es conocido por su amor por la creación de Dios y su habilidad para reconocer la belleza en la naturaleza.

Se dice que cada vez que Francisco experimentaba un consuelo espiritual, se detenía en seco para estar en el momento, a veces incluso cuando eso significaba dejar a sus compañeros para seguir caminando delante de él. Francis tenía una rica vida interior, independientemente de sus circunstancias externas:

"Porque, ya sea caminando o sentado, dentro o fuera de las puertas, en el trabajo o en el ocio, estaba tan absorto en la oración que parecía haber dedicado no solo todo su corazón y cuerpo, sino también todo su trabajo y tiempo".
–La vida de san Francisco por san Buenaventura

Además de su oración y fidelidad, Francisco también era un hombre de gran coraje, que buscaba difundir el mensaje de Cristo sin preocuparse por su propia comodidad o seguridad, y deseaba dar su vida por Cristo si la oportunidad lo presentaba.

Cuando fue capturado durante las Cruzadas, Francisco predicó con valentía el Evangelio de Cristo al Sultán, con la esperanza de lograr su conversión o morir como mártir por Cristo. Los frutos del trabajo de San Francisco de Asís en el siglo XIII todavía se ven hoy en día, con innumerables santos y apostolados inspirados por su trabajo y espiritualidad.

En el mundo de hoy, es más difícil que nunca calmar nuestros corazones y orar, pero podemos aprender del fiel ejemplo de San Francisco para desarrollar vidas interiores que no estén sujetas a las distracciones y vanidades del mundo. Con la ayuda de la sabiduría de la espiritualidad franciscana, podemos aprender a ser totalmente dependientes de la gracia de Dios y nada más.

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