Relato de San Buenaventura sobre el crucifijo de San Damián


Relato de San Buenaventura (LM 2,1)

Salió un día Francisco al campo a meditar, y al pasear junto a la iglesia de San Damián, que ya amenazaba ruina, entró en ella -movido por el Espíritu- a hacer oración; y mientras oraba postrado ante la imagen del Crucificado, se sintió inundado de una gran consolación espiritual. 

Fijó sus ojos, llenos de lágrimas, en la cruz del Señor, y oyó con sus oídos corporales una voz procedente de la cruz que le dijo tres veces: 

«¡Francisco, vete y repara mi casa, que, como ves, está a punto de arruinarse toda ella!» 

Francisco, solo en la iglesia, al percibir voz tan maravillosa, sintió en su corazón el poder de la palabra divina, y quedó en éxtasis. Vuelto en sí, se dispuso a obedecer, y concentrar todo sus esfuerzos en reparar materialmente la iglesia.

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