San Francisco por Francisco de Herrera I 1630


Imagen: Leeds Museums and Galleries


Pintor y grabador español. Este artista se configura como enormemente representativo de la evolución de la pintura desarrollada en Sevilla en la primera mitad del siglo XVII, desde la paulatina imposición de los nuevos aires naturalistas y el abandono del manierismo ya trasnochado hasta la definitiva llegada de unas formas más libres y sueltas que definirán el pleno barroco. Incluso el traslado definitivo del artista a Madrid en 1650 es elocuente de la situación de crisis generalizada que se vive en aquellos años en la urbe hispalense. 

Su padre, Juan de Herrera y Aguilar, era pintor iluminador y grabador, actividad que continuó su hermano Juan, corriente familiar que nuestro pintor trasladó asimismo a su propio hijo, Francisco de Herrera el Mozo. Sobreentendiendo una primera educación en el taller paterno, algunas fuentes antiguas lo hacen discípulo de Francisco Pacheco. En todo caso, aun sin estar plenamente confirmado este extremo, sí dejó muestra de su buena relación con este maestro, lo que no es baladí en el caso de Herrera ya que las fuentes lo retratan como persona especialmente intransigente y difícil, comprobado por los documentos que muestran sus continuos pleitos y conflictos.

De este carácter áspero, según Palomino, fue víctima el mismo Velázquez, que entró todavía niño en su taller, donde solo aguantó unos meses antes de mudarse al de su futuro suegro Pacheco. De 1609 es el primer trabajo conocido de Herrera, la composición de una portada grabada. Será en 1619 cuando se le entable pleito para exigirle el examen gremial que todavía no había superado a pesar de llevar trabajando varios años y de haber contratado en 1616 una importante serie de pinturas para el convento de San Francisco. A partir de la década siguiente se convirtió en uno de los maestros más elogiados y estimados de Sevilla, recibiendo encargos importantes y siendo asimismo requerido desde fuera de la ciudad.

Además de practicar el óleo sobre lienzo, cultivó también la pintura al fresco; ejemplo de ello es la decoración de la iglesia del colegio franciscano de San Buenaventura de Sevilla (1626-1628), para la que desarrolló su arte en ambas modalidades. Uno de los lienzos de este ciclo pertenece hoy en día al Museo del Prado: San Buenaventura recibe el hábito de San Francisco, sin duda, la obra más interesante de su mano que posee la pinacoteca. En los primeros años de su actividad aparece deudor del arte de la iluminación practicada por su padre, sobre todo en su preocupación por lo lineal. 

Las fórmulas del tardomanierismo practicadas por Pacheco también están presentes en esta etapa inicial. Pero la influencia más sentida en el trabajo del Herrera maduro fue el arte de Juan de Roelas, una de las máximas figuras de la pintura sevillana de aquellos años. De él procede ante todo la factura, de toques sueltos y de raíz veneciana, que Herrera exacerbó hasta llegar a una extrema soltura de pincelada. Así, aun contando todavía en sus obras con esquemas compositivos ciertamente manieristas, éstos se suavizan por la técnica desenvuelta que practica. Sus trabajos nos hablan, a la vez, de un artista desigual, en el que se advierten ciertas asperezas y desarmonías, que conviven con tonalidades y atmósferas de un palpitante acabado.



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