Promocion Vocacional Franciscana
LA PROMOCION VOCACIONAL Y SUS ACTORES
La Promoción Vocacional es en esencia lo mismo que la Evangelización y testimonio correspondiente a todo discípulo de Jesucristo, ligado hasta lo más hondo a Él por el Bautismo. La Promoción Vocacional procura nuevas vocaciones seglares franciscanas; esto es, intenta que otras personas encuentren a Jesucristo como el Señor soberano de su vida y el Evangelio como su pauta y norma cotidiana. Lo peculiar del franciscanismo es exclusivamente, la manera de vincularse a Jesucristo, como podemos saber ocurrió en la vida de Francisco de Asís. Promoción vocacional es en el fondo, empeño por conversiones a Jesucristo, a una vida intensa de fe, a una experiencia honda de Dios. Esto es hacer apostolado, evangelizar; a la vez que dar testimonio de las propias convicciones y forma concreta de vivir.
— INSTITUCION Y ESPIRITUALIDAD FRANCISCANA
La Promoción Vocacional, es cierto, allega nuevos miembros a la orden y a la fraternidad; contribuye a la consolidación corporativa o institucional del propio grupo. Pero ello no puede ser nunca nuestra primera mira u objetivo. La Iglesia no puede ser jamás una entidad autocéntrica, que se sirva a sí misma, que funcione en relación a su propio interés y provecho. Sino que su única razón de ser es el servicio del reinado de Dios, de su gloria, de la evangelización y conversión de los seres humanos a Él.
Lo peculiar de nuestra promoción vocacional es que ella, en cuanto franciscana, postula una percepción específica del cristianismo, del Evangelio, esto es, el camino espiritual de San Francisco de Asís, su enseñanza de sabiduría y ejemplo de vida; avalados por la Iglesia que le canonizó y aprobó las Órdenes por él fundadas o que le siguen.
— LA VOCACION FRANCISCANA
Esta vocación puede llegar a experimentarla como íntimamente personal cualquier católico que sintonice con el carisma franciscano; que, tras conocerlo, esté recibiendo de Dios, del Espíritu, indicios de esta vocación. La primera mira del llamado divino se orienta a la más íntima familiaridad con Jesucristo. El carisma o camino peculiar del franciscanismo es llamado, a agradar a Dios al modo que Francisco, a realizarse en plenitud de tal manera. Como el llamado a la fe, también el que orienta hacia este camino, se suscita a partir de la audición de la palabra de Dios: "La fe viene de oír la palabra de Dios, y el oír, de que ésta sea anunciada" (Ro 10,17). En este punto se ubica el rol de la promoción vocacional; ella brinda el anuncio, la comunicación de la palabra que puede requerir el hermano para optar por su seguimiento.
— LA PROPUESTA DE LA PROMOCIÓN VOCACIONAL
El planteamiento de nuestra Promoción Vocacional es el de la persona de Jesucristo, Dios encarnado, y su seguimiento a la manera de Francisco, en la fraternidad por él fundada: las diversas órdenes franciscanas. Esto constituye un anuncio: buena nueva - Jesucristo, y una propuesta de vida: la forma de vida y Regla franciscana.
La Promoción Vocacional expresa un primer anuncio del Evangelio franciscano, de la buena noticia que es el reinado de Jesucristo en la vida de cada uno, a la manera como él reinó en la vida de Francisco de Asís. Este anuncio se concentra en lo fundamental y más determinante de la fe: en Jesucristo gracia de Dios que brinda a todos la oportunidad de abrazar esta forma de vida en la salvación de Dios, en la familiaridad con el Padre Altísimo, bien soberano por encima de todos los demás bienes; cuyo testimonio universal se otorga a nosotros el privilegio de proclamar.
En forma testimonial la Promoción Vocacional expresa el bien existente en "esta opción" y ofrece una mano hermana para caminar juntos y emprender los pasos de iniciación en nuestra fraternidad. Antes que nada, ella brinda inspiración y señala rutas del espíritu, pero también ha de tener el arte de vincular al candidato con la fraternidad real, con la orden a que él denota estar llamado, y con sus formadores de la primera etapa: el aspirantado.
La Promoción Vocacional no es lo mismo que la función del formador. Ella se ubica en el ámbito exterior a la orden, es como la voz que brota desde el interior resonando hacia fuera como un anuncio e invitación. Una vez cumplida su labor habrá de "ser como la rama, que no deja rastro del fruto que ha dejado caer" (Gabriela Mistral), entregándolo modestamente a quienes le conducirán a madurez al interior de la fraternidad.
— PROMOCION VOCACIONAL Y PROCESO DE INCORPORACIÓN A LA ORDEN
La propuesta vocacional es un primer anuncio dirigido a la discreción de nuestro interlocutor. Es lanzar la semilla de parte de Dios, dejando a él la fructificación y el crecimiento en el alma del oyente. Si ésto ocurre, será oportuno respaldar sus primeros pasos, a través de tertulias, los temas previstos para ayudarle a discernir, a través de encuentros, retiros, textos impresos, presentaciones audiovisuales...etc.
Naturalmente, la propuesta explícita de la vocación a determinada Orden Franciscana la hemos de hacer con discreción: a quienes podemos reconocer como amigos de Dios, objeto de su gracia y particular predilección. Ella es un bien del Espíritu, y Dios, Jesucristo no otorga los mismos bienes a cualquiera, ni a todas las personas. Jesucristo planteó el llamado vocacional a quienes reconoció con una disposición actual y muy íntima respecto a Dios. Hemos de restringir el ejercicio de la Promoción Vocacional a quienes realmente presenten posibilidades de acogerla, y al período mientras la persona permanezca honestamente en el dilema de seguirla; que nunca puede transformarse en incertidumbre permanente. A la propuesta ha de suceder consecutivamente el proceso de incorporación y formación inicial, Iniciación 1ra etapa Aspirante, Formación 2da etapa Candidato: establecidos por la Regla, Constituciones y Ritual y cuya dirección está en manos de los responsables de la Fraternidad y de los formadores particulares encargados de cada una de esas etapas.
Se ha de tener claramente en cuenta la diversificación de las distintas etapas, para bien del mismo candidato y mejor servicio a este por parte de la entera fraternidad. Que las mismas están ya previa y precisamente definidas y organizadas. Y que cada una tiene su propia dinámica, programa y contenidos de formación, que la Promoción Vocacional no puede ignorar y debe respetar.
— EL PROMOTOR VOCACIONAL
Es ante todo un cristiano y franciscano de vocación, antes que un eficiente propagandista, un agente marquetero o un personaje de mucho filing o poder de persuasión. La vocación procede de Dios y nosotros hemos sido puestos por él cual testigos de su predilección, gracia y superioridad a todo otro bien. El vigor y solidez de este rol depende directamente de nuestra propia "oración", intensidad de vida: lectura, reflexión, consecuencia y seriedad de las actitudes, autoformación.
•A) Un Cristiano de Corazón
Jesucristo es el Logos, el Verbo, la Sabiduría y pensamiento que "existía en el principio junto a Dios" (Jn 1,1); manifestación de éste. Y como él, el promotor vocacional también manifiesta y anuncia el querer de Dios, su pensamiento y designio. "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1,14). Este Verbo divino y sabiduría trascendente, como precedió la creación del mundo, ha de estar también en el principio de toda la actividad del promotor vocacional. El, ante todo ha de estar persuadido, embargado por el misterio del Verbo. Ha de atestiguar con el apóstol San Juan, el apóstol de amor virginal o exclusivo al Logos celestial: "hemos visto su gloria -la gloria que un hijo único recibe de su padre- plenitud de amor y lealtad" (ibid). Ha de ser una persona embargada por su contemplación, fascinada de verle disfrutar la "plenitud de amor y lealtad de Dios, cual la que un hijo único recibe de su padre". Ha de ser un testigo, un apóstol, un profeta, con una experiencia profunda y vital del que es "el primero entre muchos hermanos" (Ro 8,29).
El Promotor Vocacional ha de tener una serena y gozosa vivencia del bien y la verdad manifestado en el Logos, respecto al hombre, al mundo y a la comunidad de sus discípulos: la Iglesia, cada una de las órdenes franciscanas. Ha de ser un convencido que el bien que postulara Francisco: "Paz y Bien", es inseparable de la Verdad de Jesucristo. Que encontramos el bien ajustándonos a la lógica interna o impresa por Dios al interior de cuanto existe. Que el bien está en hallar la verdad y realizarla. Que entonces experimentamos "Paz y Bien". Así está en condiciones de aportar adecuado adoctrinamiento y testimonio: suscitar nuevas vocaciones. Dicha vivencia íntima, es la base de la promoción vocacional y constituye el eje de formación permanente del promotor.
El Promotor Vocacional es sin lugar a dudas, el apoyo que muchos necesitan para encontrarse en la verdad de su existencia y en la paz de Dios, para encaminar sus vidas según su bien trascendente. El confirma en el bien y en la verdad, en los rectos principios y en convicciones fundamentales a su interlocutor, haciéndole posible asumir el camino vocacional franciscano.
El promotor en cambio, se transformaría en un cínico y falso apóstol al actuar fingiendo interesarse por Dios, sin una estimación auténtica por el mismo. "Jesús dijo a los sacerdotes y maestros de la ley judíos: si yo fuera testigo en causa propia, mi testimonio no sería válido. Ustedes enviaron a interrogar a Juan y él dejó testimonio en favor de la verdad. Más aún, las obras que estoy haciendo me acreditan como enviado del Padre; pero ustedes nunca han escuchado su voz ni visto su figura y tampoco conservan su mensaje entre ustedes. ¿Cómo van a creer si aceptan gloria unos de otros y no buscan la gloria que se recibe sólo de Dios?. Tienen puesta su esperanza en Moisés, pero si le creyeran me creerían a mí porque de mí escribió él. Pero si no dan fe a sus escritos, ¿cómo van a dar fe a mis palabras?" (Jn 5,31-47).
• B) Un Franciscano Auténtico
Nuestra gestión promocional de la vocación franciscana requiere cual substrato previo una profunda inmersión y fe en el patrimonio o tradición franciscanos que dieron origen y son la razón de subsistir hasta el día de hoy de nuestras Órdenes: esto es la espiritualidad franciscana. Requiere creer en el camino espiritual de Francisco de Asís y en la eclesialidad de sus Órdenes. Propagar esta vocación es tener el gusto de compartirla y profundizarla con los hermanos; e incluso de poder expresarla en forma propia y personal, con los propios modos, iniciativa, espontaneidad, libertad y creatividad: "ama y haz lo que quieras", decía san Agustín; el amor verdadero no podrá menos de mantenerte en el respeto, en la rectitud y en el acierto.
Verdaderamente, en el fondo de toda la dinámica de vida y difusión de la propia fraternidad está la "vocación franciscana". Sin vocación no puede haber promotor ni nuevos candidatos, y toda promoción de la orden se encamina a una más rica reflexión y opción vocacional que comprometa más sincera y enteramente toda la vida; procura el paso definitivo -una vez para siempre- de los candidatos y su perseverancia activa y permanente en la Profesión.
• C) Partícipe del Alma de la Orden
La Orden es una comunidad vocacional en que: "los hermanos y hermanas, en fuerza de su vocación, impulsados por la dinámica del Evangelio conforman su modo de pensar y de obrar al de Cristo, mediante el cambio radical de la conversión, que debido a la fragilidad humana debe actualizarse cada día" (Re OFS 7). Con todo, sin duda llegan a ella o permanecen ya profesos, hermanos sin vocación o que ya la han perdido. Participan del grupo pero no pertenecen al alma del mismo, por carecer de la fuerza y el impulso de la vocación. Por cierto, sin vocación nadie puede ser recibido a la formación inicial, al aspirantado; pero también es muy cierto que un profeso que ha perdido o debilitado excesivamente su vocación al correr del tiempo, por más que posea cultura, no podrá ser un adecuado promotor de la vocación respecto a terceros.
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